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Javier Barreiro: La poesía antirretórica de Fernando Ferreró

Comienza la primavera; de los antiguos juegos florales parece que ha devenido un día de la poesía de cuya existencia me entero por la tele, tan mal lector de poesía soy. Ah, pues muy bien, vamos a aprovechar para hablar de don Fernando Ferreró, un joven poeta aragonés de noventa años, con el que hace poco tuve la suerte de coincidir y seguir apreciando su enorme vitalidad. Poeta machadiano aunque en oscuro, nos llevó allá por los años setenta a Soria y al Valonsadero a recrear los caminos de don Antonio:

He vuelto a ver los álamos dorados, álamos del camino en la ribera del Duero, entre San Polo y San Saturio,

Y como él, como don Antonio, también tuvo su historia, otro milagro de la primavera, pero eso esa es otra cuestión, y tal vez haya otro momento. Lo cierto es que, como docente, el profesor Ferreró anduvo por el Mediterráneo, la Ribera en su parte riojana y, finalmente,  su Zaragoza natal y vivencial.  Pero antes de eso, leemos de un grupo poético  zaragozano en la postguerra que toma el nombre del café donde se reúnen sus miembros: el grupo Niké. Está siempre cerca del parnaso zaragozano y es amigo de ambos Labordeta (y, a lo que cuenta, carabina en los encuentros de  José Antonio Labordeta con su novia, que los tiempos eran muy recatados). Precisamente, de nuevo en los setenta, conocimos de su mano y de Pilar, el emblématico primer disco de Labordeta (Cantar y callar) en las profundidades -literales y metafóricas- de un instituto rural.

Me llama la atención, en su producción poética, el vacío durante su estancia de quince años en las orillas medias del Ebro. ¿Tuvo algo el  viento del Moncayo que alejara tras de sí cualquier atisbo poético?  El caso es que en la Ribera, nos cuenta, en una entrevista con Antón Castro «Llevaba una vida somática, placentera, de campo…» pero nada de creación poética a lo que se ve, (aunque sí artística, pero eso es otro tema).  «Soy moderadamente feliz…» dice, en una frase que tantas veces compartí con él sin saberlo. Y añade: «… paseo con mis amigos, escribo. Soy completamente anárquico». Esto último ya lo intuía yo. Ya saben: don Fernando Ferreró, póngase el acento sobre la o.