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Crítica en El País

Debimos coincidir, hace cuarenta años, en la facultad, y seguro que ambos estuvimos en una  conferencia de Juan Goytisolo en un aula magna de Historia atestada de gente para ver y oír al autor de Señas de identidad,que entonces presentaba su obra Makbara. Una revisión de aquellos años ha sido publicada por Fernando Aramburu recientemente en El Mundo (Zaragoza hacia 1980), y me siento recogido allí, en el relato, casi como en una evocación generacionalDesde entonces, Fernando Aramburu ha ido cimentando una sólida obra literaria que culmina, hasta ahora, con Patria (2016), libro en que actualidad, buena literatura o best-seller no andan reñidos y cada uno por su lado, sino entremezclados y entrelazados en una narración atractiva, ágil y atrayente, relato que no puede dejarse fácilmente y que duele finalizar. Es un buen libro, una buena obra literaria, que también puede convertirse, llegado el caso y la ocasión,  en un libro de piscina (que diría una compañera).

Fuera de sociologismos más o menos alambicados y sin necesidad de ser referencia de unos años, Patria puede enlazar con otros grandes relatos y no menos grandes narradores que analizan desde el punto de vista del autor (y no desde la Historia, que así con mayúscula resulta un poco intimidatoria) uno u otro momento. Sin necesidad de irnos a los rusos de ayer o de hoy, Aramburu me recuerda -no sé por qué- a su conciudadano Baroja en afanes narrativos con trasfondo histórico. Aunque Baroja no había vivido los hechos relatados (la primera guerra carlista, por ejemplo) y Aramburu es testigo de un tiempo y un momento (y aun personaje anónimo en el drama, como tantos), ambos recogen -recuerdo la figura barojiana del cura Merino- la imagen que alguien tiene del asesinato como cierta justicia (divina?). Pero («Baroja tiene un estilo insoportable y descuidado. Desastroso.», dice Umbral), a Aramburu se le lee mejor, quizás porque entre sus múltiples lecturas (Aramburu es, como filólogo, profesional de la lengua y conocedor de la literatura) también se halla Baroja, de quien tanto aprendemos.