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Arturo Barea en Jot Down

Escribe Pío Baroja en sus memorias: «Todo se olvida con una rapidez vertiginosa. A los tres años de terminada una guerra tan terrible como la del 39, ya nadie se acuerda de ella más que los que sufren condenas y hambre. Dentro de diez años se acabó. Se habrá olvidado la tragedia, y a preparar otra». Pues mira: no. Ochenta años después, un auténtico caudal de narraciones, memorias y estudios, hacen de la cuestión una cuestión actual. Ya lo dijo el Poeta en tiempo inmemorial: «Esto lo han hecho los dioses y han urdido la perdición para esos hombres, para que también sea motivo de canto para los venideros» (Odisea), esto es: las desgracias del pasado son motivos para la literatura de un futuro.

Pero el libro que proponemos hoy no es tanto literatura sobre la guerra como memoria o historia desde el punto personal de su autor,  Arturo Barea. Lo traigo a colación a cuenta del último comentario del profesor José, de Lengua, quien lo mencionaba como uno de las grandes memorias del periodo.

Arturo Barea no es un gran escritor de una obra amplia y conocida. Es más; es un escritor de una obra (una y trina, como se decía antaño, pero en otro ambiente), a partir de la cual podemos demorarnos buscando otras cosas.

Además, es una voz del exilio, donde escribe prácticamente toda su obra, de modo que fue tardiamente conocido aquí: por una parte, desde la cultura oficial se tapaban las voces de la emigración; pero de otro lado, la afirmación de los escritores de postguerra, conllevaba muchas veces el olvido interesado de los transterrados. como Sénder o Barea, que perdían en la lejanía la voz y la palabra (mucho más potente en el exilio interior, como es el ejemplo del poeta al que acabo de robar el sintagma).

De modo que comenzamos a oír de Barea allá por los setenta, y desde entonces se ha publicado varias veces en tres o un solo libro esta novela o historia de vida que es La forja de un rebelde. En cada una de las tres partes o libros que lo forman, asistimos a una parte de la vida o la memoria del protagonista: los años de la niñez, en un Madrid pobre y desvaído (La forja), los años de su juventud y servicio militar que son también los de la guerra de África y los de madurez que corresponden a la Guerra.

Como en total son más de mil páginas (de lectura ágil e inquietante, sin embargo) quizás haya que esperar al verano para hincarle el diente. A mi modo de ver, y discrepando del profesor José, el libro pierde paulatinamente intensidad en cada una de sus partes, pero, por cuanto muestra desde dentro un episodio tan poco conocido como la guerra de África, es quizás la segunda (La ruta), la más llamativa.

La tercera parte se centra en sus vivencias de guerra: el propio Barea señala que se centra más en lo colectivo que en lo individual. Entonces se pierde ese hilo personal para hablar de las resonancias del momento o contar muchas cosas, muchas historias. Pero eso, lejos de hacer una obra caótica o ilegible, le da un nuevo brío con un ritmo que constata la rapidez e indeterminación del momento.

García Márquez consideró La forja de un rebelde como uno de los diez mejores escritos tras la guerra Civil. Lo digo por si ayuda a tenerlo en cuenta. (Ah, y existe una serie de los años noventa en la tele)

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