Como le ocurría al periodista señor Pereira, del vespertino Lisboa, allá por 1938 , la muerte de un escritor nos sirve también para mostrar la presencia de su obra. Y ahora le ha tocado a Philip Roth, escritor norteamericano que ha ido ganando una actualidad entre nosotros con libros impresionantes junto a otros, creo yo, que se nos hacen más difíciles e inaccesibles. Y es que Roth pertenece a esa larga tradición de escritores norteamericanos que al enfrentarse con la narración, nos lo cuentan todo, en una prosa desbordante, atormentada e intimista, a la vez que descarnada: desde Faulkner hasta Richard Ford , pasando por Mailer, Bellow o Updike, casi nada, unos kilos de la mejor literatura del siglo XX, o por lo menos, de una literatura que gusta, satisface, seduce y no dan ganas de abandonar (a pesar de libros excesivos, a veces, con amplitud de páginas y páginas de fabulosa prosa). Ahora vemos que Jonathan Franzen, continúa esa estela que no desaparece, pero esa es otra historia que contaremos en otro lugar.

El tipo humano espigado, nervudo, no sé si asténico, recuerda la morfología   de Richard Ford o de ese actor fallecido recientemente que descubrimos en París, Texas, llamado Harry Dean Stanton y que tanta amargura destilaba. Quizás por ello-  desilusión, introspección, cansancio, contradicción, acidez, culpa… – sean personas cuyas historias seducen tanto en este tiempo antiépico del cambio de siglo. Habitualmente, leer por primera vez a Roth significa incorporarlo a nuestros autores de cabecera, pues aun cuando hayamos elegido una de esas más antipáticas (para mí, El profesor del deseo Engaño, por ejemplo), siempre queda una duda y volvemos a él. Así que tarde o temprano se llega a su finisecular Trilogía americana (Pastoral Americana , Me casé con un comunista, La mancha humana) y, entonces, ya no se abandona nunca, creo. Queda por ahí también Nathan Zuckerman, el personaje reiterado (alter ego, que dicen) con el que tan buenos ratos hemos pasado.

A veces, si nos han recomendado a Roth, tropezamos un poco y acabamos comprando algo de Joseph Roth por equivocación. No pasa nada. Ambos fueron escritores judíos (no sé si está bien escribirlo, aun cuando sea un rasgo explicativo de la obra, mal que le ha pesado e importunado a nuestro Philip) que murieron con ochenta años de diferencia. No se parecen en nada o quizás sí: muestra Joseph un mundo que se va, el final del Imperio Austrohúngaro, y disecciona Philip otro que se acaba: el final del sueño americano. Dos Roth, entonces, para certificar la defunción  de dos imperios.

En la Biblioteca del IES Valle del Ebro, contamos con dos libros suyos. Tal vez sea momento de echar un vistazo.

nemesis-philip roth-9788439723332

Recesión en El placer de la lectura

la conjura contra america-philip roth-9788439712541

Recesión y comentario en Letras Libres