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Reseña en la revista eñe

Sostiene Pereira: Una declaración.

Coincidimos, en esta tarde de primavera recobrada, que Sostiene Pereira ha sido el libro estrella del año. Quienes lo han conocido ahora se sienten fascinados por la obra, los que ya la habían leído, han apreciado su permanencia o todo un mundo de ricos matices que no se contemplaron entonces. Veinticinco años después  de su publicación, se ha convertido no sólo en un clásico contemporáneo, sino también en una de esas obritas breves e intensas que siempre gusta leer (y a las que dedicamos una sección en este blog, Lo bueno, si breve). Es verdad que en la versión cinematográfica (magnífica y amable) aparece un Marcelo Mastroianni muy crepuscular pero que se nos antoja que no da la cara del señor Pereira que imaginamos, y es verdad que en las últimas ediciones, ha desaparecido el subtítulo, Una declaración, que lejos de ayudar, amputa la secilla brillantez del libro; además, alguna traducción moderna lo llama Afirma Pereira, lo que acaba constituyendo una sutil forma de asesinato. Pero hice la prueba de recomendar el relato a un alumno, del género «buen lector», que me pidió sugerencia. Y qué paso: claro, que le encantó, pues Sostiene Pereia es un canto a casi todo lo bueno del ser humano, que no entiende de edades o condiciones, uno de esos libros que agradan, deleitan y probablemente, nos hacen mejores personas.

A Tabucchi, un escritor italiano que descubrió y se enamoró de Portugal, le salió aquí una obra redonda. Una bonita historia de un héroe anónimo, el señor Pereira, periodista del vespertino Lisboa, obsesionado por la muerte, amante de la cultura y de la literatura francesa y amigo especialmente de los escritores católicos en esa lengua. Su estrecho y anodino mundo- sólo sus carnes no son estrechas y anodinas-, se ve alterado momentánea pero permanentemente por su relación con el señor Monteiro Rossi. Ello se inscribe en el verano de 1938, con la Batalla del Ebro y la guerra al otro lado de la frontera y con la dictadura salazarista a ese lado.

Es una novela vibrante. Y para ello está no sólo la historia, sino el propio relato, la forma. Adopta la escritura una manera envolvente, reiterativa, casi musical, con un aire de tristeza o nostalgia, con una suave envoltura de fado. La reiteración «sostiene Pereira» suele iniciar cada capítulo y aun se repite de cuando en cuando,  en varias ocasiones. Y ello le da un ritmo sosegado, tranquilo, oceánico. Es que, en algún momento o lugar, el propio señor Pereira debió contar su aventura que aquí se reproduce como si fuera un informe policial o periodístico. Y el cansino, monocorde, reiterado relato, va alcanzando una intensificación notoria en apenas  sus veinte últimas páginas. Pero eso es la historia y habrá que leerla allí.

En suma, Sostiene Pereira es uno de los pequeños-grandes relatos del final del milenio. Ahora, acabamos de recibir una versión gráfica que puede ser interesante también. Aunque es otra cosa.

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