Reseña en PliegoSuelto
Una reciente, y extraña, entrevista a Coetzee en el diario El Mundo, nos viene que ni pintado para hablar un poco de este escritor que se nos antoja de carácter difícil y huraño, pero que ha sido uno de esos efectos positivos que produce el Nobel de vez en cuando, ya que Coetzee -que fue conocido mayoritariamente en 2003 con la concesión del galardón-, ha venido para quedarse definitivamente entre nuestras lecturas preferidas.
No busquemos ironía o humor en sus páginas impactantes que se absorben con facilidad y cierta extrañeza. Procedente de África del Sur y nacionalizado australiano, Coetzee irradia angustia, miedo, dolor, pesadumbre… Pero es la vida, al menos en ciertos mundos atormentados que están en éste y forman parte de él. Por ello, un primer libro de Coetzee (en mi caso fue Desgracia) nos lleva de vez en vez a otro y otro… siempre que no sean ensayos u opiniones, pues se me antoja quizás un tanto dogmático e inflexible con sus ideas.
En la rara entrevista que he citado (por lo visto, sin entrevistador: él se hacía preguntas y daba respuestas), hay un párrafo que define mejor que lo que yo pueda hacer su obra: Su literatura son latigazos; sus párrafos, escalofrío. No hace concesiones. Su palabra es bisturí que saja. Nos quita el aliento porque sabe dónde herir. Y cuando el lector cree que se ha repuesto, de nuevo se verá abrumado por otra frase que no esperaba. Como el oleaje que tumba una y otra vez al náufrago en la mar hasta que ésta lo abandona derrotado en la playa.
Pues, ahí está. Un buen momento para leer una obra dura y dolorida. Tal vez rígida, pero tremendamente humana.
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